Los antecedentes históricos que permiten constatar la celebración en Coín de las fiestas de toros provienen desde que estas eran un deporte caballeresco o un regocijo público. Se celebraban en las calles y plazas del lugar, atajando sus accesos con tablados y acomodando en andamios al mayor número posible de espectadores, tal como es y ha venido siendo hasta hace muy poco en muchos pueblos de nuestra piel de toro.
Solían celebrarse durante las ferias de mayo y de agosto, en honor estas de la Patrona y, mientras en la ermita se le rendía culto, en la villa (nos cuenta el licenciado Gallardo en su manuscrito de 1680) "hay todos los más años toros, juegos de cañas, alcancías, máscaras, moros y cristianos y otros entretenimientos". En 1678 estas fiestas no pudieron celebrarse debido a las epidemias que habían padecido las ciudades vecinas, quejándose por ello los coineños a la Hermandad de Nuestra Señora de la Fuensanta y pidiendo que se celebraran. Los hermanos decidieron, el 8 de septiembre, que éstas debían celebrarse en la primera ocasión que se presentara y acordaron para ello "comprar un toro".
Ya en el siglo XVIII se celebraban fiestas de toros en la Plaza Alta o Alameda, en ella se construía una empalizada de maderas que cerraba las salidas. Los toros se mantenían en calle Parra y salían a la plaza por el estrecho y corto callejón que las une, y que aún hoy sigue llamándose calle Toril. Para estos festejos se arrendaba por el municipio la plaza, en 1752 y posteriores fue arrendatario el escribano del consejo, y una de las cláusulas del contrato contenía la condición de que el cabildo al completo podía disfrutar de las corridas, y la presidiera el alcalde desde el balcón de la casa consistorial.
Corrobora la existencia de antiguos festejos taurinos en la villa el documento que se conserva en los archivos de la Real Chancillería de Granada, fechado en Madrid el 9 de marzo de 1763. En él se remite a Granada escrito exigiendo al corregidor de Coín, don Nicolás Atienza, para que explicara los motivos que tuvo al prohibir en las cuatro Villas del Corregimiento "las funciones de toros, capeos y máscaras", al no haber sentado muy bien esta medida a los lugareños y provocado con ello ciertos desórdenes públicos.
También en la Plaza Baja se daban corridas de toros en las fiestas, y ello lo confirma el acta municipal de 30 de julio de 1887 que recoge la solicitud que hace el "arrendatario de la plaza de toros", antes de la feria de agosto, de que se "limpie de cantillos el rincón de la Plaza Baja, que siempre se ha utilizado para chiquero y que necesita para el mismo objeto". Allí se construían gradas de madera y servía también como localidades la escalinata de la puerta principal de la Iglesia de San Juan, sin que fuera obstáculo alguno para ello la existencia en su centro de la preciosa fuente de mármol, que en más de una ocasión sirvió de refugio refrescante a lidiadores en apuros, como me contó don Francisco Torres Romero.
El transcurrir de los tiempos hizo que se fueran construyendo plazas fijas más cómodas y espaciosas donde celebrar los festejos y surgieron también las plazas portátiles. A primeros de este siglo las corridas en Coín ya se celebraban en plazas portátiles acondicionadas especialmente para la ocasión. Solían contratarse toreros de la zona con nombre y figuras famosas de la época, dado que el éxito de las funciones se aseguraba por la gran concurrencia del respetable.
Se celebraban principalmente como decíamos durante las ferias de agosto; las que se dieron, por ejemplo, en 1914 los días 9, 11, 14 y 15, a tenor del programa de festejos comenzaron todas a la taurina hora de las cinco de la tarde y fueron presididas por "24 bellísimas señoritas de esta localidad, alternándose seis cada tarde", lidiándose en cada una cuatro toros, mano a mano entre Bernardo Muñoz Carnicerito de Málaga y José Roda de Sevilla, que obtuvieron un gran éxito, pero son muchas otras a las que acudieron en tiempos de fiesta los aficionados coineños.
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