04 | El inicio del escritor |
En la introducción que hace el poeta y crítico literario José Ángel Cilleruelo a su edición de El Coleccionista (Narraciones escogidas 1968-2000), publicada por la Fundación Málaga en 2005, escribe: "Rafael Pérez Estrada se estrena en el universo literario con un intenso período inicial (1968-1972) en el que encadena diversos títulos con rasgos genéricos e intenciones claramente narrativas, entre los que destacan: Valle de los Galanes (1968), Obeliscos (1969), La bañera (1970, reeditada en 1974) e Informe (1972). Este primer Pérez Estrada desarrolla tres líneas narrativas que, en general, se reparten estos títulos y otros menores: a) La recreación mítica de una infancia en un paisaje mediterráneo poblado por personajes peculiares, con una prosa de carácter irónico, colorista, lírico y connotativo (Valle de los Galanes , Obeliscos ...). b) El conflicto entre un mundo objetual que condiciona el destino de los sujetos, evocado con una prosa más reflexiva y minuciosa en la que si hay humor es negro y áspero (La bañera). c) El juego paródico con diversos subgéneros de la prosa, desde la escritura memorialista (Revelaciones de la Madre Margarita Amable del Divino Niño del Sí que, para damas delicadamente melancólicas, edita por primera vez Rafael Pérez Estrada, 1970) hasta la legal o judicial (Informe)." |
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Cubiertas de los primeros libros de Rafael Pérez Estrada, editados por Ángel Caffarena en las Publicaciones de la Librería Anticuaria El Guadalhorce de Málaga, y portadilla del último citado con dedicatoria al poeta Antonio Parra Ruiz. | ||||||
Imagen de 'El corazón manda. Rafael Pérez Estrada. Dibujos y otras rarezas' from El Árbol Boca Abajo, 2012.
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LA QUIMERA
Sólo la halló en lo circunstancial y, sin embargo, su vida estuvo dedicada a ella. Una tarde, de niño, creyó reconocerla fugaz entre las sombras de las palmeras del parque de su infancia. Antes la había visto -y no recordaba si fue la primera vez- envuelta en palomas y encajes posando para un fotógrafo ya sólo existente en el olvido. Años más tarde, en Nueva York, caminando próximo al peligro de Harlem, encontró, cerca de una boca de riego, la huella de su pie desnudo, y puso la mano sobre la humedad en un intento inútil de librarla de la evaporación; más tarde, en una extraña tienda de lepidópteros regentada por un chino de maneras crueles, le pareció identificarla en el espejismo de un rostro reflejado primero en un espejo y luego transparente en el cristal de una cala de mariposas gigantes de Brasil. En Florencia equivocó su figura con la de una modelo que huía y resultó ser demasiado leve para ser ella. En París fue el calor de un perfume en un ascensor recién abandonado. También en Venecia la llamó a gritos y su osadía -un equívoco- provocó un grave escándalo al quitar, torpe, el antifaz a una muchacha colérica que en nada se le parecía. Supo de ella en Benarés: había estado investigando sobre las antiguas cacerías principescas del tigre literario. En Shanghai fue detenido -una cuestión de honor- al disparar sobre una sombra infiel abrazada a otra sombra. Pasó la mayor parte de su vida buscando en los archivos fotográficos de los artistas de moda una imagen que la memoria, nunca el deseo, deshacía lentamente. Y en la vejez, más comedido, no hizo confidencias de otras dudas y encuentros, pero siguió esperándola. |
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Domador de pegasos. Acuarela, 24 x 32 cm, 1995 |
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