Para J. P. in memoriam
La física cuántica es un lunes congelado,
fotograma de pan y circo, un sueño
donde todo ha sucedido, sin ángulo ni línea,
en el que dirimías a ras de nostalgia, desafiante,
Orestes, las corrientes sin vuelta atrás
del vasto río de Homero: Furias y naves negras.
Cada fragmento de pegamento que aspirabas,
te acercaba al estuario donde devorarte habrían
los restos de las nieblas: el final de la creencia.
Cada átomo moldeaba un arrecife en tus sueños,
Palinuro, desde el que arrojarte al rostro de todos
los que se fueron, como tú, sin despedirse.
No todos estamos educados igual en la tristeza.
En un sueño viniste, sostenido sobre las dudas
verticales, hermano, como medicamento caído
al vaso del tiempo, huyendo hacia mi estómago
de madera, con los monstruos a la sombra, ejército
que devora cualquier grito que amenaza respuesta
y al misticismo barato de aspavientos y hueso.
¿Qué existe del otro lado, al otro lado
del filo de una lágrima? Quizá una melodía
plastificada de tu mar en la tormenta,
un corazón en mangas de camisa
o el silencio entre la edad adulta y la infancia.